11 Sep Viaje de la historia de la arte a la creación de textiles. Y de cómo mejoré como historiadora al crear
Hasta antes de empezar a crear textiles, bromeaba diciendo que mi “trayectoria” era aburrida: estudié la licenciatura en historia del arte, la maestría en estudios de arte y el doctorado en historia del arte. Ja ja. Amo mi carrera, pero al descubrir la creación textil mejoré también como historiadora del arte. El fieltro hecho a mano complicó mi existencia. Y mi mirada se amplió.
Hace unos días dediqué una publicación en Instagram a este asunto, y conté un poco de como empecé el camino de crear mi proyecto textil. (Si aún no me sigues por allá te invito). Dada la brevedad de aquel medio, quise expandirme un poquito más aquí.
¿Tesón o terquedad?
Volviendo a la historia de Paula estudiando historia del arte. Descubrí la carrera casi por casualidad, con ayuda de mi padre. Él conocía a alguien, que tenía una hija, que era directora de un museo, y había estudiado eso. Tras una cita con ella, y ver el plan de estudios, me convencí de que era para mí. Otras carreras siempre tenían un pero en mi cabeza.
Así que lanzándome al vacío, sólo hice examen para historia del arte, que sólo se daba en una universidad. Por suerte me admitieron. Con todo y las partes malas, me enamoré de la carrera y me convencí que podía a esa carrera dedicaría mi futuro.
En algunos tramos el camino para lograrlo fueron complicados. Sin embargo, me quedé de profesora en la misma universidad varios años y ahí estudié la maestría. Para una tarea de un diplomado hice un video que explica las razones que tengo para dedicarme a la docencia, te invito a verlo aquí.
Muchos años después de la maestría me metí al doctorado en otra institución. Aún más tarde cambié de trabajo, pero no de profesión…
¿Una historia de transformación?
Sin embargo la vida a veces pasa y otras te cae encima. Tras una etapa muy fea y por suerte cada vez menos dolorosa -de la que no escribiré hoy-, tuve una gran crisis. O quizá fueran dos. O una crisis dentro de otra… Da igual. Recuerdo que me preguntaba qué podría hacer que no fuera historia del arte, y no sabía qué contestar.
Entonces una unas amigas me recomendaron aprender a bordar, para calmar mi mente y concentrarme mejor. Nunca había tomado una aguja para algo distinto a coser un botón.
Quizá alguna vez se me había antojado aprender, pero mi madre era muy renuente a las manualidades y más a toooodo lo que oliera a “labores mujeriles”. Ella había bordado como parte de su educación femenina, y lo odió completamente, así que ni de chiste me enseñaría nada de esas cosas.
Mis amigas me convencieron y tomé una clase, y luego muchas. Aprender a crear textiles fue fascinante. En un curso me hablaron del fieltro hecho a mano o “wet felting”, y tuve que buscar qué era. Me voló la cabeza que eso que veía estuviera hecho de lana. Quise aprender, y no he dejado de hacerlo desde entonces, hace casi seis años. (Te invito a leer sobre las cualidades y posibilidades de la lana aquí)
Me volví estudiante de nuevo, lo que me hace feliz. Creo que no hay casi nada más lindo que aprender (como digo en el video que te mencioné arriba). Tomé clases con las profesoras mexicanas con las que pude en ese momento. Y luego busqué clases en línea, y seguí aprendiendo. Este proceso de crear textiles reforzó mi carrera de historiadora.
¿Pasatiempo? ¿Otro trabajo?
Los precios de los insumos y talleres de fieltro húmedo son muy elevados. En México el vellón fino es importado, y estudiar con profesores internacionales implica pagar en dólares. Muy pronto me percaté de que si quería seguir aprendiendo y experimentando, necesitaba vender mis piezas. Recuerda que mi descubrimiento nació de una crisis laboral, y no de vacaciones en la tierra de la abundancia.
Algo que tampoco había hecho era vender. Nunca había calculado el precio de un producto, ni sabía empacar, ni hacer envíos. Desconocía dónde ofrecer mis creaciones, o cómo conseguir personas que quisieran emocionarse con objetos únicos, irrepetibles, hechos a mano, con materiales finos, y que provocaran emociones textiles… (me encanta decir que eso siento y hago sentir: emociones textiles).
Me encantaba tomar fotos, pero no tenía idea de cómo hacerlas de “productos”. Mis redes sociales eran sólo espacios para desahogar mis penas. Pero algo sí sabía: podía aprender y seguramente me daría satisfacción hacerlo. Con miedo, pero con ganas, me puse a ello.
Mis procesos de creación, venta, y establecimiento de emprendimiento textil, nacieron casi a la par. Quizá por ello tomé algunas decisiones que no fueron las más adecuadas, pero que sonaron lógicas en aquel momento de aprendizaje. Al crear textiles mejoré como historiadora del arte, pues entender los retos de la creación me conectó con los artistas del pasado.
Papalote Taller Textil
Tuve muchas dudas cuando se hizo necesario nombrar mi proyecto. No quería usar solo mi nombre, pues está (o estaba), asociado principalmente a la academia. Y el mundo académico es especial. Aún hoy algunos colegas aún me han señalado que no es “muy serio” ponerme a hacer “manualidades”.
Pensé en algo distinto. Quería usar la palabra taller pues se liga directamente a un lugar de aprendizaje y acción. Me parece bonito que muchos artistas le digan “estudio” al lugar donde crean, pero estudio para mí es el espacio de mi biblioteca. Así que sería un taller textil.
La palabra papalote siempre me encantó. Deriva de la palabra náhuatl papalotl, que significa mariposa. (El náhuatl es la lengua de los pueblos originarios de parte del centro de mi país). Así que papalote fue como le llamaron en México a los cometas, pues vuelan cómo mariposas.
Guardo muy buenas memorias de cometas, barriletes o papalotes. Por ejemplo, por puro gusto conservé mi libro de español de 4to año de primaria, en el que había una historia de papalotes, ilustrada bellísimamente. Un niño encontraba un pedazo de cartón y soñaba que le pedía convertirlo en cometa. Al hacerlo también hacía amigos.
Pensé entonces que los papalotes son objetos para el disfrute y el juego, por lo que escribí: “son como sueños que vuelan libres, unidos a uno para no perderse”. Y me pareció que reflejaba lo que quería: volar libre, y al mismo tiempo segura. Así elegí que la sección creadora de mi proyecto se llamaría Papalote Taller Textil.
Miradas al vuelo
Pensando en que en mi página y proyecto tendría una rama dedicada más puramente al arte, la nombré Miradas al vuelo. Además de que los cometas vuelan en el cielo, mirar al vuelo también es mirar rápido, o mirar amplio. Los textos netamente académicos serían una mirada lenta o más centrada en la tierra, en tanto que las miradas al vuelo serían más libres.
Desde mi desconocimiento de todo lo que implicaba un negocio, me sonó lógico. Sin embargo, poco tiempo después me di cuenta que todos los textos, cursos y manuales de mercadotecnia, señalaban que cosas como éstas eran un error. Tener dos nombres, o tres con el mío, puede confundir. Ya sé, no sabía nada de negocios. Incorporar estos aprendizajes al crear textiles, reforzó mi comprensión de la historia del arte.
Por ahora mi página sigue siendo Miradas al vuelo y mi pequeño y desordenado taller, Papalote Taller Textil. No estoy segura si terminaré eliminando alguno de estos nombres, uniéndolos mejor, o quedándome sólo con mi nombre. Espero que al leerme puedas entender un poco de mi historia y ayude a disipar la confusión.
¿y ahora?
Dedicarme a la historia del arte y a la creación textil es difícil. Raramente logro equilibrio. Llamo a la primera mi lado A, o digo que la que manda es la División historia del arte. Pero mi lado B, o la Dimensión creadora, me da cordura y esperanza.
En estos años ha cambiado mucho mi perspectiva y ya no veo mis actividades como cosas tan distintas. Ahora sé que Papalote y Miradas son dos caras de la misma moneda. Ya no imagino mi vida sin crear, como me es imposible alejarme del arte y su historia. Como dije: con la creación textil y fieltro mejoré como historiadora del arte.
Siempre fui creativa, pero con la creación textil y fieltro hecho a mano mejoré como historiadora del arte y conseguí paz. Después de años y años de estudiar procesos artísticos, y relacionar intenciones con formas, pude experimentar en carne propia como se ligan pensamiento y creación. Estoy segura, como decía al principio, que amplió mi manera de ver y estudiar el arte.
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¡Gracias por leerme!