17 Sep Buena Fortuna, dispersando empatía
Esparcir buenos deseos por el mundo, y vivir con empatía, son dos elementos fundamentales de mi trabajo en Papalote Taller Textil. Sí, aunque me dedique a hacer prendas y objetos textiles, en el centro de mi proyecto creativo está el contribuir a contrarrestar la apatía, y combatir los sentimientos de tristeza, valernos de la imaginación para la vida cotidiana, e inspirarnos en la belleza y el arte.
Fortuna
Atraer la buena fortuna, o propiciarla, así como desear la del otro, han formado parte de la magia y de las plegarias desde la antigüedad, aunque ahora se justifique por algunos como programación neurolingüística, o como ley de la atracción.
Sin querer discutir las diferencias o semejanzas entre estas artes propiciatorias, cada vez que escucho la palabra fortuna me viene a la cabeza un sinfín de imágenes, por que la fortuna ha sido también un tema de las artes plásticas y la emblemática.
La rueda de la fortuna representaba la imposibilidad de permanecer arriba, o el cambio inevitable en la suerte de los hombres. Por ello quienes escribían de la fortuna aconsejaban que siempre estuviera acompañada de sabiduría, de virtud y de prudencia, pues éstas podían dar a los hombres la estabilidad y rumbo que la fortuna sola no podría.
Cuándo se le representaba como personaje, siempre era una mujer, frecuentemente sobre un mundo, a veces con alas, velas (de barco) y cornucopias. A ella se le rogaba el viento a favor.
Desear la buenaventura
Aunque el cambio en la suerte, si creemos en ella, es inevitable e ingobernable, los sentimientos que tenemos hacia los demás son de nosotros. E independientemente del grado de escepticismo que tengamos, cuándo alguien desea algo bueno, sucede un cambio: hay algo de magia en la ciencia de los humores y las hormonas que las sonrisas se pegan, como las esperanzas, las alegrías y los buenos deseos.
Por ello, aunque no sepamos qué nos va a pasar, creo que podemos ayudar a propiciar la dispersión de alegría y buena fortuna en el mundo, si se la deseamos con ganas a los demás, y queremos encontrarla nosotros mismos. Con nuestros actos de amor dispersamos amor.
Inspirada es esas ideas, y en una actividad para niños que leí por ahí, me di a la tarea de hacer un frasquito de buenos deseos para dispersar sobre las obras que hago, cuándo se van con sus dueños. Es una manera de despedirme de ellas y esparcir los sentimientos que tengo al crearlas.
En la tapa de un frasquito, que pinté de azul, hice hoyos, como un salero. Corté papelitos de colores en dónde fui anotando frases que se me ocurrían, de cosas que deseo para toda la gente en distintos momentos de su vida: “qué tu hogar esté lleno de alegría”, “que tengas dulces sueños”, ”deseo que hoy aprendas algo nuevo”, “que te regalen muchos besos”…
Cada vez que empaco una pieza escribo una nota de agradecimiento. Y sacudo mi frasquito de buenos deseos en ella. Suelo grabar parte del proceso y ponerlo en mis historias de Instagram (te invito a seguirme por ahí https://www.instagram.com/paula.mues.orts/) para que también contagie el mundo virtual.
Quizá mi frasquito es un poquito cursi, o tal vez fetichista. Pero para mí es una manera de recordar que el proceso creativo es siempre esperanzador, y puede inspirar a los otros (que esto no implique que no crea que el arte también tiene un alto poder crítico, cuestionador e incluso confrontador, de eso escribiré en otra ocasión). El esparcir esa parte positiva, esa vibra, esa buena fortuna, me relaja. Y yo creo, además, que se nota en cada pieza.
¿Tú tienes algún modo de esparcir los buenos deseos?
Paula, Piloto de vuelo